Deambular por las calles del barrio del Carmen sin rumbo fijo siempre tiene sus alicientes y es fácil que nos encontremos con detalles curiosos que despierten nuestra curiosidad. Como por ejemplo, el rótulo de la Plaza de Valdigna, labrado en el año 1799 en el sillar de piedra de una esquina de la misma.
Pero esta plaza ya no existe como tal, actualmente se trata de un agradable rincón de la calle Landerer. Su antiguo nombre se debe a que aquí se encontraba la Casa Procura de Santa María de la Valldigna, que ejercía de sede administrativa en la ciudad del importante monasterio cisterciense. Además de la calle y plaza, también recibiría dicho nombre el cercano portal que se encuentra en la confluencia de la mencionada calle Landerer con la de Portal de Valldigna.

El barrio de la Seu se caracteriza por su intricado dédalo de calles irregulares y callejones sin salida conocidos como atzucacs, herencia del urbanismo árabe de la Edad Media.
Pero algunos de estos atzucacs aparentemente sin salida en realidad se comunican entre ellos a través de corredores que atraviesan las manzanas de los edificios a modo de calles secretas. Aunque su función y origen son inciertos, se aventura la posibilidad de que pudiera tratarse de antiguos pasos de guardia.
Un ejemplo de uno de estos pasos de guardia lo tenemos en el que une el atzucac de la calle Náquera por detrás del Palacio de Cerveró con la calle Samaniego a la altura del patio trasero del palacio de la Diputación

Entre las obras artísticas que conmemoran a San Vicente Ferrer, destaca por su porte la estatua situada en la plaza de Tetuán, estratégicamente situada entre su casa natal y el Convento de Santo Domingo, lugar donde tomó los hábitos.
Su origen se remonta al S. XVII cuando fue erigida en una de las puertas más importantes de la muralla cristiana, precisamente la de San Vicente, que se ubicaba en la actual plaza de San Agustín. Como patrón del Reino, la estatua estaba colocada mirando al exterior de la ciudad. Mientras que otra estatua dedicada a San Vicente mártir lo hacía hacia dentro, como patrón local.
Cuando fue derribada la muralla, ambas estatuas estuvieron semiabandonadas hasta que en el año 1960 fueron trasladadas y colocadas sobre pedestal en sus emplazamientos actuales: La de San Vicente Ferrer en la plaza de Tetuán (como ya hemos dicho) y la del santo mártir en el jardín de la plaza de España.

Como es sabido la Catedral de Valencia alberga una de las reliquias más legendarias de la Cristiandad: El Grial o Santo Cáliz que utilizó Jesucristo durante la Ultima Cena.
Pero no es la única que se conserva en nuestra ciudad. La iglesia del Patriarca tiene una sala de reliquias que rivaliza con la de la Catedral en cuanto a cantidad y a lo sorprendente de su contenido. El registro del relicario afirma contener, siempre desde el punto de vista de la tradición católica, desde cabellos de Jesucristo hasta parte del mantel de la Ultima Cena y del Sudario con el que fue enterrado. Pero la que se considera una de las reliquias más valiosas es el fragmento de la corona de espinas de la crucifixión. Se guarda en el interior de una custodia junto a dos piedras del Santo Sepulcro.
La corona de espinas propiamente dicha se venera en la catedral de Notre-Dame en París, pero muchas de las espinas están repartidas por diferentes lugares del mundo. El fragmento que se conserva en Valencia es de los más importantes puesto que posee cinco de las espinas.
