Circulamos por la margen derecha del cauce nuevo del Turia y cuando llegamos a la altura de la partida de Faitanar, donde la línea del AVE sobrevuela los carriles de la V-30 y del propio cauce, por el rabillo del ojo nos da la sensación de que el viaducto de la línea férrea discurre justo por encima de un grupo de viviendas huertanas situadas junta a la autovía. No se trata de un efecto óptico, el puente del tren –literalmente- pasa por encima de la conocida como Alquería de Aiguamolls sumiendo en sombra permanente un extremo del conjunto de edificaciones, algunas de ellas todavía habitadas a día de hoy.
Es uno de esos casos de extraña convivencia entre la modernidad y la tradición, donde el moderno viaducto del tren de alta velocidad ha invadido la bucólica senectud –ya de por sí amenazada por el incesante tráfico de la autovía-de este reducto huertano. Una alquería que hunde sus orígenes a finales del siglo XVII y que representa un claro exponente de caserío valenciano, definido por un edificio principal rodeado de otros destinados a la labranza o al alojamiento de colonos.
En la calle Pepita Samper, haciendo esquina con Zapadores, permanece en pie un modesto edificio construido a principios del S. XX cuyo aspecto poco o nada nos informa de su función original. Se trata de un inmueble de dos plantas construido con ladrillo caravista sobre zócalo de piedra en el que destaca la simetría de puertas y ventanas de su fachada principal. Adosada a su fachada lateral se encuentra la torreta de una subestación eléctrica, pero esta circunstancia no debe confundirnos, puesto que nuestro edificio nada tiene que ver con infraestructuras eléctricas pero sí con las ferroviarias.
Se trata de la caseta del guardabarreras que regulaba el paso del ferrocarril de la línea Valencia-Barcelona en el cruce del antiguo camino de Tránsitos (actual avenida de Peris y Valero) con la Carrera de En Corts (coincidente con el trazado de la calle Zapadores). La caseta, que también era vivienda del guardabarreras y su familia, es de los escasos vestigios que quedan del tramo de esta línea que discurría en paralelo a la citada avenida de Peris y Valero y que tras atravesarla en una pronunciada curva penetraba en el centro de la ciudad. Tramo este que fue desmantelado cuando fue desviado tras la inauguración de la nueva estación clasificadora de la Fuente de San Luis en 1967.
Durante estas fechas viene siempre a nuestra memoria el recuerdo de aquella riada del año 1957 que tanto nos marcó a los valencianos. Mucho es lo que se perdió entonces, y aún después de 60 años, quedan vestigios de la furia con la que las aguas del Turia arrasaron con la ciudad. La antigua estación de Nazaret, es un claro ejemplo de cómo aquella trágica riada acabó para siempre con toda una línea ferroviaria.
En 1893 se inauguró el primer tramo (que unía la capital con Torrente) de la línea Valencia-Villanueva de Castellón para trenes de vía estrecha. En un principio estaba previsto que la línea finalizase en Turís para facilitar el transporte de vino y carbón de la zona, pero tras un cambio de planes se decidió potenciar el tráfico de cítricos de la Ribera continuando así su trazado hasta Villanueva de Castellón. Por diversos problemas, la construcción de la línea se fue demorando hasta que en 1917 se dio por concluida.
En 1912 se inauguró un ramal secundario que enlazaba con el barrio de Nazaret. Se construyó para ello muy cerca del Puente de Astilleros una estación muy similar a la estación principal original de la línea –la hoy desaparecida Estación de Jesús– que se hallaba entre la calle Maestro Sosa y la avenida de Giorgeta. La línea se mantuvo en uso durante casi medio siglo hasta su triste final. Al estar situada cerca de la desembocadura del río se vio muy afectada por la riada de 1957, lo que provocó su cierre definitivo. La estación de Nazaret quedó abandonada a su suerte, la de Jesús fue derribada y en 1963 se construyó una nueva que es la que todavía hoy permanece reconvertida en centro social y con su playa de vías transformada en jardín.
La estación de Nazaret aun sigue ahí, en un lamentable estado de conservación, añorando tiempos mejores.
Existen lugares anodinos que un día se tornan insólitos gracias al uso extravagante que se hace de ellos. Hablábamos en una ocasión de una estación subterránea inundada de la inacabada línea T2 de Metrovalencia, y que alguien convirtió en “rio navegable” al aventurarse a surcar sus aguas en una barca hinchable.
Esta misma línea de metro, cuyo proyecto era unir el centro de la capital con el barrio de Nazaret y cuyas obras siguen paralizadas, se ha vuelto a convertir en noticia recientemente debido al uso peculiar que se ha hecho de ella.
Durante la pasada Nochevieja la estación de la calle Alicante se transformó en una discoteca improvisada en la cual alrededor de 400 personas celebraron una rave ilegal a ritmo de techno hasta que fueron desalojadas por la policía.
Rio subterráneo, discoteca ilegal… extrañas utilidades para una estación de metro. ¿Cuál será la siguiente? Se admiten sugerencias.
Decíamos en nuestro último post que cuando fue derruida la antigua Estación de Aragón se conservaron algunos elementos de la misma y citábamos las casetas de la Aduana como ejemplo más representativo.
Pero no fue lo único. Todavía permanecen en la misma ubicación original el edificio de viviendas para empleados de Renfe (en la esquina de Aragón con Alameda) y el depósito de agua para locomotoras situado al final de la calle Clariano.
Otros elementos de la estación fueron trasladados a otros lugares. Es el caso de la verja (actualmente en la parte de la Estación del Norte que recae sobre el túnel de la Gran Vía) y de la marquesina, que acabó formando parte de un almacén de la fábrica de chocolates Natra en Aldaia.
El espacio por el cual discurre la avenida de Aragón, en su día estuvo ocupado por la estación del mismo nombre. De aspecto monumental, fue inaugurada en 1902 como estación terminal de la línea Valencia-Calatayud (más conocida popularmente como la “Via Xurra”) y derribada en 1974. Sobre su solar se construyó la actual avenida.
Del derribo se salvaron varios elementos. Algunos fueron trasladados de lugar, pero otros permanecieron in situ. Es el caso de las casetas de la aduana de mercancías que fueron edificadas en 1930 y que estaban ubicadas frente a la fachada principal de la estación.
Todavía podemos contemplarlas en la rotonda de la plaza de Zaragoza, donde confluyen la avenida de Aragón, la del Puerto y la Alameda.
La estación del Grao está considerada como la más antigua que se conserva en España. Se inauguró en 1852, como parte de la línea Valencia-Grao, el tercer ferrocarril en entrar en servicio en nuestro país. Estuvo en funcionamiento hasta 2004.
Se cuenta que las pruebas previas a la inauguración se hicieron con una locomotora apodada ‘La Valenciana’ que era capaz de alcanzar los 75 Km/h causando el pánico a los labradores que faenaban cerca de la vía.
Situada en la Avenida de Giorgeta, la antigua estación de ferrocarril Valencia-Villanueva de Castellón es conocida también como Estación de Jesús. Cuando en los años 80 se inauguró la primera línea de metro subterráneo la estación dejo de funcionar como tal. Su edificio principal se convirtió en biblioteca y su playa de vías en un jardín. Integradas en este, permanecen las marquesinas de los andenes, que como detalle curioso, conservan los escudos de todas las poblaciones en las cuales tenía parada el tren.
Recientemente se han publicado unas fotografías en las cuales un grupo de exploradores urbanos se pasean tranquilamente en barca por los túneles inacabados de la linea 2 del Metro a su paso por Russafa. Parece ser que el aumento de nivel freático debido a las lluvias y la falta de funcionamiento de las bombas de achique provocó la inundación de los túneles. Este inusual crucero subterráneo merece figurar, sin duda, entre las imagenes de nuestra Valencia mas insólita.