Fotografía: La Valencia Insólita
Durante la Noche de Difuntos, víspera de Todos los Santos, siempre ha existido la costumbre de contar historias de terror imaginarias. O reales…como aquel suceso espeluznante que acaeció a principios del siglo XIX en la calle de Cerrajeros (o dels Manyans), en el entorno de la plaza del Mercado.
El cronista Pau Carsí afirmaba en uno de sus dietarios que en esta calle un barbero regentaba un establecimiento en el cual asesinaba a los incautos que entraban a afeitarse para robarles y luego con su carne se elaboraban pasteles que se vendían en una pastelería próxima.
Son evidentes los paralelismos con su coetáneo inglés, el legendario Sweeney Todd, el barbero diabólico de Fleet Street, que inspiró un musical a Stephen Sondheim y la posterior adaptación cinematográfica de Tim Burton protagonizada por Johhny Depp.
No importa las veces que deambules por sus calles, transites por sus plazas o pasees por sus parques, nunca se termina de conocer Valencia. La ciudad sigue deparando lugares curiosos, rincones ocultos y edificios que guardan secretos. Pero también espacios cotidianos en los que nos movemos habitualmente sin tener constancia de su importancia histórica, artística o arquitectónica. Todos ellos, los espacios conocidos y los inéditos, los sitios escondidos y los que forman parte de nuestro entorno habitual, merecen ser (re)descubiertos. Es hora de retomar el camino y de volver a sumergirte sin rumbo fijo por esa VALENCIA INSÓLITA que nunca deja de sorprendernos.
Por ello, es todo un placer anunciar que dentro de pocas semanas saldrá a la venta el segundo volumen de nuestro libro LA VALENCIA INSÓLITA, una obra con cientos de fotografías, colaboradores de lujo y que, además en su parte final –y al igual que ya hicimos en el volumen anterior con el capítulo dedicado a “La Valencia Cinematográfica”- abordamos por primera vez, y de un modo muy visual, uno de los aspectos más fascinantes de nuestra ciudad, pero que todavía no ha sido tratado con profundidad a nivel editorial.
Esperamos que disfrutéis del libro tanto como nosotros preparándolo.
Fotografía: La Valencia Insólita
Tal día como hoy, el 14 de Octubre de 1957, se produjo aquella trágica riada que ha marcado la memoria de los valencianos. Como recordatorio de la catástrofe han quedado a lo largo de la ciudad una serie de placas cerámicas o metálicas que indican el nivel que alcanzaron las aguas.
Una de ellas podemos encontrarla en el exterior de esa curiosa construcción antigua que asoma tímidamente entre las moles futuristas del Ágora y del puente del Azud del Oro (o “El Jamonero”, si se prefiere su acepción popular). Dicha construcción corresponde a la casa de compuertas y a un pequeño tramo del azud de la acequia del Oro, que precisamente da nombre al puente que se eleva por encima. Un azud es una barrera que eleva el nivel de agua de un rio para desviar parte de su caudal a una acequia de riego. La acequia del Oro recibe ese nombre de manera irónica ya que al estar situada en el tramo final de rio recogía todo el detritus de la ciudad, y aquello para los regantes era “oro”, ya que al regar los campos de paso también los abonaba.
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Fotografía: La Valencia Insólita
Fotografía: Google Maps
Hoy celebramos la festividad del 9 de Octubre, con la figura del rey Jaume I como icono recurrente. Como recuerdo, el conquistador cuenta en Valencia con una estatua ecuestre en el Parterre y con una calle modesta y estrecha en el casco antiguo, que muchos cuestionan que no es merecedora de la talla de la figura histórica a la que está dedicada.
Puede que no les falte razón, pero esta calle y sus adyacentes- rotuladas precisamente como Conquista y Moro Zeit, en honor al último gobernador almohade de Valencia- son un hito urbanístico , ya que forman parte de la que posiblemente sea la primera operación inmobiliaria llevada a cabo en la ciudad, lo que hoy conocemos como un P.A.I. (Plan de Actuación Integral).
En el espacio delimitado por las actuales calles de Murillo, Palomar, Quart y Bolsería existió el importante convento de la Puridad, fundado en 1239, tras la entrada de Jaume I en Valencia. Tras su desamortización en 1836, fue derribado, y sobre su solar se desarrolló una operación urbanística (y especulativa) consistente en la creación y apertura de las calles Moro Zeit, Conquista y Rey Don Jaime. El resultado fue un conjunto de edificios residenciales finalizado por el arquitecto Antonino Sancho en 1850, para la burguesía acomodada de la época, que por entonces empezaba a buscar vivienda en distinta ubicación a la de sus lugares de trabajo, en contraposición a las tradicionales vivienda-taller que habían imperado hasta el momento.
Al igual que las zonas residenciales actuales, el conjunto tiene un carácter unitario, con edificios entre medianeras, con idéntica fachada y similar distribución interior.