Muchas veces habremos pasado en coche por delante de él. Se encuentra en la semirrotonda que hay en la confluencia de la calle Visitación con el Llano de Zaidía.
Se trata de un arco almenado de influencia mudéjar que fue el portal de un antiguo molino harinero que existía en el barrio de Tendetes. Cuando se derribó el molino, el arco fue traslado a su emplazamiento actual como pieza ornamental.
Las piedras de molino que hay en su base y un panel cerámico con la inscripción “Soc l’arc del Molí de la Torreta. Tendetes” atestiguan su origen.
Una de las teorías más difundidas sobre el origen de las Fallas es la que habla de la antigua costumbre del Gremio de Carpinteros de quemar los trastos viejos el día de San José, su patrón.
El Gremio de Carpinteros o “fusters” es de los más antiguos de la ciudad, remontándose al S. XIII. Tiene su sede gremial en una casona del S. XVIII situada en la calle Balmes, en pleno barrio de Velluters. Destaca su portada de piedra con los símbolos gremiales labrados en ella y su fachada posterior de reminiscencias castellanas. En su interior es de admirar el artesonado de madera de la sala de juntas. Según se dice cada casetón del artesonado fue realizado por un maestro carpintero distinto que le imprimió su propio estilo personal.
En 1928 se construyó en la ahora avenida Marqués de Sotelo un edificio de estilo casticista diseñado por el arquitecto Enrique Viedma para albergar la Caja de Previsión Social. Enseguida la gente empezó a conocerla como la “Casa del Chavo” ya que en aquella época los trabajadores pagaban un “chavo” (10 céntimos de peseta) como cotización para los fondos de protección social. El edificio nunca dejó de utilizarse para funciones relacionadas con el Trabajo. De hecho hoy en día es sede de la Tesorería Territorial de la Seguridad Social.
Curiosamente, a la Finca Roja (que también es obra de Viedma) también se le conocía como la “Finca del Chavo” porque ella vivían precisamente los trabajadores del Instituto Nacional de Previsión y pagaban un “chavo” por la vivienda.
El paseo de la Pechina es una larga avenida que discurre paralela al cauce del rio desde Mislata hasta Guillen de Castro. Debe su nombre a una construcción ornamental de piedra posiblemente del S. XVIII en forma de “petxina” (concha) que remata la rampa que da acceso al cauce del rio desde esta avenida a la altura del Jardín Botánico.
Se cuenta que aquí fue arrojado el cuerpo de Cayetano Ripoll, ultima victima de la Inquisición en España, después de haber sido ajusticiado en la plaza del Mercado en el año 1825.
Cerca del núcleo histórico de Campanar, en lo que hasta hace pocos años era un evocador rincón de la huerta conocido como Racó del Pouet sobrevive la ermita más pequeña de Valencia. Este diminuto templo se construyó a principios del S. XIX para albergar una imagen de Cristo rescatada de las aguas por los vecinos durante una riada del Turia que inundó la zona.
Si entramos a la calle Pelayo desde la calle Xátiva seguramente no nos llamará la atención un letrero que pone Trinquet Pelayo Valencia. Nada parece indicarnos que tras esa apariencia de bar de “los de toda la vida” se esconde el recinto deportivo más antiguo de España y uno de los más antiguos de Europa.
La Catedral de la Pilota, como es conocida por los aficionados, se inauguró en 1868 y por su cancha han desfilado grandes figuras de este deporte valenciano de la talla de Genovés, Quart, Rovellet, Juliet o Nel de Murla, que fue el introductor de la modalidad de “Escala i Corda” sustituyendo al tradicional juego “a ratlles”.
Jerónimo Vich de Vallterra, Barón de Llaurí fue embajador de Fernando el Católico en Roma. Influenciado por la floreciente arquitectura renacentista italiana en 1525 se hizo construir un lujoso palacio de gusto quattrocentista, siendo uno de los primeros en este estilo en España. Estaba situado en la calle que actualmente lleva el nombre del Embajador Vich.
El palacio fue derribado en 1858. El patio fue desmontado y sus piezas de mármol genovés custodiadas por la Academia de Bellas Artes que en aquella época tenía su sede en el Convento del Carmen. A principios del S.XX se remontaron las piezas para crear una separación entre el refectorio y el aula capitular del convento. Y a principios del S. XXI se volvió a desmantelar y a reconstruir en el Museo de Bellas Artes San Pio V donde fue inaugurado en 2006.
El Racionalismo es un movimiento arquitectónico de vanguardia del periodo de entreguerras del S. XX que aboga por el predominio de la funcionalidad sobre la forma prescindiendo de toda decoración superflua. En Valencia tenemos varios ejemplos de este estilo, pero quizás sea el Colegio Mayor Luis Vives la joya racionalista.
Fue diseñado en 1935 por el insigne arquitecto Javier Goerlich como residencia estudiantil de la Ciudad Universitaria que se estaba empezando a construir en el Paseo de Valencia al Mar (actualmente avenida de Blasco Ibáñez). Debido al paréntesis de la Guerra Civil su construcción se prolongó durante casi 20 años, siendo inaugurado en 1954. La curiosa volumetría del edificio evoca elementos propios de la arquitectura naval. Como anécdota cabe citar que fue la primera residencia de estudiantes mixta en España.
Esta semana hemos celebrado el día de San Vicente Mártir, patrón de nuestra ciudad. Mucha gente ha aprovechado para visitar los lugares relacionados con el martirio del santo. En el subsuelo de la plaza de la Almoina se encuentran las ruinas arqueológicas de la Cripta de la Cárcel de San Vicente y sobre ellas se levanta uno de los edificios más bonitos de Valencia: La Casa Sancho, más conocida popularmente como la “Casa de Punt de Ganxo” por la decoración de su fachada que recuerda a un tejido hecho de ganchillo.
Fue construida en 1906 por el arquitecto Perís Ferrando en estilo modernista. Destaca, como hemos dicho, su bella fachada de esgrafiados blancos sobre fondo granate. En la planta baja tiene integrada una pequeña capilla del S. XVIII como recuerdo del lugar donde estuvo prisionero San Valero, compañero y maestro de San Vicente.
En una callejuela oscura apenas transitada, a espaldas de la Lonja, hay una casa con la puerta tapiada. En ella vivía el último verdugo público de Valencia.
Se llamaba Pascual Ten y cuentan las crónicas que se enamoró de su última ejecutada, una mujer de gran belleza apodada “la Perla Murciana” acusada del asesinato de su marido. Solicitó el indulto para ella pero no le fue concedido. Él mismo ejecutó la condena a garrote vil. Su compasión no se consideró digna de su oficio y por esa razón fue cesado inmediatamente de su cargo. Esto sucedió en 1896 y poco tiempo después las ejecuciones dejaban ser públicas para llevarse a cabo únicamente dentro del ámbito penitenciario.
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